viernes, julio 26

El regreso del linchamiento mediático desde Palacio Nacional. Por Jesús López Segura

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Volvemos a la cantaleta mañanera de siempre: “Todo es culpa de Reforma y El Universal”

A su regreso, luego de la feliz y éxitosa recuperación de su contagio de Covid-19, el Presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a la cantaleta de siempre de no responder puntualmente las preguntas de algunos reporteros y desviar las respuestas hacia una arenga interminable contra los neoliberales del pasado que -efectivamente- saquearon y destruyeron al país, pero sin que ninguno de los principales responsables de ese saqueo haya sido, hasta ahora, tocado con el pétalo de una persecución judicial, más allá del linchamiento mediático encabezado por el mandatario y sus fanáticos de la prensa “bendecida” -¿más no chayoteada? por su inepto coordinador de Comunicación Social, Jesús Ramírez Cuevas.

Las dos semanas de reposo y recuperación no le alcanzaron al Presidente para reflexionar sobre su permanente postura de echar la culpa de todos los males de su administración a los sexenios que él llama neoliberales o conservadores, sin reparar en que tal postura (que ciertamente ha contribuido en forma notable -como lo señalan sus adversarios- a la polarización extrema del país y a poner en riesgo al gremio periodístico de por sí muy golpeado ya por la delincuencia oficial) se justificaba acaso en los primeros meses de su gobierno, pero luego de dos años y pico ya no es posible eludir las propias responsabilidades sobre la tragedia que sigue viviendo (quizá corregida y aumentada) nuestro sufrido país.

Ni Jesús Ramírez Cuevas (un tipo muy limitado), ni su esposa Beatriz Gutiérrez (a toda luces una mujer culta, inteligente y razonable) han podido convencer al Presidente de que abandone el halo populachero de andárselas dando de muy justo y refractario a los abusos del poder al rechazar, por ejemplo, vacunarse antes que otros mexicanos -incluso en su condición de extrema vulnerabilidad, por su enfermedad cardiaca y por su edad-, al mismo tiempo que expone, cándidamente en su retorno al show matutino, que fue atendido por un nutridísimo cuerpo privilegiado de médicos especialistas y enfermeras, condición que de ninguna manera checa con sus bravatas fanfarronas de no abusar de su puesto, y que a un ciudadano común le hubiera costado una fortuna de muchos millones de pesos que los mexicanos tuvimos que pagar por la necedad del mandatario de no cuidarse, no usar el cubrebocas y no vacunarse cuando podría haberlo hecho.

Tampoco le han aconsejado que cese ya con esa obsesión (a todas luces electorera) de vacunar a los profesores de Campeche antes que a los gladiadores de la Salud, con la expresa intención de obligar a los campechanos a un riesgosísimo regreso a clases presenciales en una entidad que, incluso, ya pasó de semáforo verde al naranja.

Se trata de un despropósito monumental, porque la vacuna del maestro no impedirá el contagio masivo de los alumnos y sus familias, como lo entiende cualquier párvulo de primero de primaria, despropósito en el que se enfrasca el mandatario públicamente vaya usted a saber por qué clase de arreglos con el magisterio en plena etapa preelectoral, por cierto, crucial para su Gobierno.

A la pregunta que muchos mexicanos se hacen de si cambiará su política del cubrebocas, por ejemplo, luego de la experiencia vivida, López Obrador responde que estamos en una cuarta transformación (repite cuales fueron las 3 primeras) y que por lo tanto es natural que sus enemigos politicen la pandemia, y culpa a Reforma y al Universal, como ya es una costumbre cotidiana. Le insisten en la pregunta de si ahora sí se va a poner el mentado cubrebocas y ya confrontado así, responde que no, mirando al reportero con el aire retador de quien tiene el poder y lo ejerce a plenitud sin escuchar a nadie. Absolutamente a “nadien”, como diría su secretaria de Educación Pública.

¿Soy un roñoso chayotero neoliberal, conservador fifí, hijo de mi tal por cual, por decir estas cosas?

No. Soy quizá uno de los pocos amigos que deciden hablarle con la verdad a un presidente tan ensoberbecido en el poder que ha empezado a olvidar por completo su promesa de castigar a los saqueadores y gobernar escuchando al pueblo de México que cifró en él muchas esperanzas de un cambio real que seguimos esperando.

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