viernes, julio 26

Los “Raves”, fiestas toleradas donde corren drogas y alcohol, ¿negocio de narcopolíticos?

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Vinculan a proceso en fast track al presunto asesino de Hugo, víctima de ese mercado de drogas semicontrolado

LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

La escandalosa humillación del subsecretario Ricardo de la Cruz durante las “negociaciones” con la prepotente familia del muchacho asesinado en un “rave“, Hugo Carbajal, pone en evidencia su ostensible falta de control en la celebración de esos eventos “clandestinos” donde corren el alcohol -y otras drogas– en cantidades industriales, intoxicando masivamente a jovenzuelos -púberes y adolescentes- incontrolados por sus familias.

El estoicismo patológico exhibido por De la Cruz Musalem, el calvario que significó mantener cerrada la boca y acatar, con humildad franciscana, toda clase de improperios, sobre todo del agresivo padre del chico –al que alguien definitivamente debería echarle en cara su permisiva responsabilidad en la tragedia de su hijo–, revelan una suerte de sentimiento de culpa que cualquier autoridad ajena al negocio de los “raves” no habría tenido necesidad de exhibir en forma tan lastimosa.

Los reportajes de prensa publicados sobre la intensa celebración de ese tipo de fiestas “clandestinas” en todo el territorio mexiquense-predominantemente en la zona metropolitana de la Ciudad de México-, motivados por el escándalo de la interrupción del tráfico durante 17 horas nada menos que en el Periférico Norte (verdadera catástrofe vial), se presentan como una situación que no se puede regular ni controlar, porque ocurren en lugares apartados de las zonas urbanas, en forma secreta, es decir, que pasa desapercibida a los ojos de la autoridad.

En realidad, este tipo de fiestas son promociones que narcotraficantes organizan -a través de redes sociales- para movilizar sus productos entre los jóvenes. Son parte importante del desplazamiento de drogas, de su mercado, y éste no puede tener lugar sin el concurso, sin la complicidad de funcionarios corruptos que tratan de mantener el control, para que no se susciten “accidentes” como el del asesinato de Hugo, a fin de que los “raves” puedan seguir operando fuera de la mirada de la sociedad, porque significan un gran negocio para los narcopolíticos que los protegen.

Lo mismo podría decirse de lugares más “exclusivos” donde corren las drogas y el alcohol. Barecitos y barezotes donde se pagan miles de pesos por botellas adulteradas; donde jóvenes de clases acomodadas llevan a jovencitas, exponiéndolas, adicionalmente, como si fuera una suerte de desfile con ropas provocativas, para la selección de los tratantes de blancas… y morenas.

Quizá por eso se veía al subsecretario tan apenado con la familia de Hugo. Quizá por eso se le está dando un trámite aceleradísimo al proceso del presunto asesino que se entregó “voluntariamente” por la tremenda presión de los medios al servicio de esos funcionarios corruptos a los que no se cansan de elogiar, como si ellos hubieran capturado al asesino.

Por eso el fast track de la orden de aprehensión y la vinculación a proceso que ya quisieran tantos familiares de mujeres y periodistas asesinados, cuyos procesos tardan años sin que se pare el Periférico.

Todo el mundo burocrático y mediático se mueve al son que les marcan los narcopolíticos empeñados en guardar la más absoluta discreción para que el negocio de los antros, “lícitos” o ilícitos, populacheros o exclusivos, sigan funcionando a costa de la salud y la seguridad de nuestros y nuestras jóvenes. ¿Así o más claro?

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